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Planificación Estratégica durante la Pandemia. De lo etéreo a lo concreto

Pensar en el futuro en medio de la pandemia luce como una aventura. Mucho se ha especulado sobre el nuevo normal y poco a poco ya estamos entendiendo y viviendo de qué se trata. Sin embargo, cuando intentamos ampliar un poco más el horizonte y subir la mirada para un futuro un poco menos cercano, nos topamos con la dificultad de que nos cuesta imaginarnos cómo será el año que viene, el siguiente o el próximo quinquenio si aún no sabemos bien cómo será el próximo mes. Eso es algo natural en momentos de incertidumbre. Y si bien corresponde aceptar que no controlamos las cosas pues ya es muy evidente que no tenemos capacidad de determinar cómo se va a desarrollar la pandemia, qué decisiones gubernamentales nos afectarán, qué cambios se darán en la geopolítica mundial y su impacto en nuestra localidad, cómo se moverá nuestra industria o los competidores o cómo variará el comportamiento del consumidor para adaptarse a las nuevas realidades, eso no significa que estamos condenados a la parálisis y la pasividad. Al contrario, aunque sea contraintuitivo, a mayor incertidumbre, mayor necesidad de planificación.

Como seres humanos hemos sido dotados con la capacidad de pensar y eso es lo que nos ha permitido evolucionar como sociedad, aunque aún existan muchos problemas políticos, económicos o ambientales por resolver. Y el pensar incluye el imaginar. Tenemos la posibilidad de visualizar cómo puede ser nuestro futuro y dado que nuestro cerebro no distingue entre lo que es real y lo imaginario, podemos con buen grado de precisión diseñar lo que queremos hacer y lo que queremos alcanzar. Diseñamos nuestros hábitos, consciente o inconscientemente, y a través de ellos, nuestro futuro.

Obviamente, la imaginación no será suficiente. Si sólo soñamos, las cosas no se realizarán por sí solas. Y allí reside la diferencia entre el imaginar y el crear, entre la imaginación y la creatividad. Todo lo que existe en el mundo físico, fue alguna ve pensado por alguien, sólo que esa persona también tuvo la capacidad de convertir esa idea en algo concreto. Para que eso ocurra, una vez hemos visualizado con el mayor nivel de detalle posible, debemos entrar en ación. La acción es la que nos permitirá convertir esa idea en un producto (sea este comercial o no, tangible o intangible).

La diferencia entre un sueño y una meta cumplida es que la segunda incluye una serie de recursos que se le incorporan para poder tangibilizarla, hacerla realidad. Cuando hablamos de recursos, hablamos de tiempo, dinero, atención, intención, equipo de trabajo, entre muchos otros. Muchos de esos recursos, no los tenemos a nuestro alcance cuando estamos trazándonos esa meta, y eso también distingue lo que se logra de lo que queda sin realizarse. Lo que sucede es que las personas recursivas hacen lo que sea necesario para conseguir esos recursos que se requieren para poder concretar aquella aspiración. Y ¿de dónde sacan la fuerza o motivación para conseguir los recursos que no tienen? Pues de razones superiores que les dan ese empuje. Estamos hablando de razones que les hacen encontrar la persistencia para tomar las acciones necesarias para conseguir los recursos requeridos para realizar su sueño. Son propósitos, misión de vida, causas que se han convertido en un llamado para la persona y que se convierten en una fuerza magnética que los impulsa a dar los pasos hasta conseguir lo que se proponen. Existen innumerables ejemplos en la historia en todas las disciplinas y quehaceres humanos de quienes han vencido barreras inmensas, físicas y mentales para alcanzar sus metas.

¿Y todo eso que tiene que ver con el emprendimiento? Pues que el emprendimiento no es más que la capacidad de realizar, de convertir esa idea que alguna vez se imaginó, en algo concreto, materializado en el mundo físico, aunque se trate de algo intangible. El emprendedor es la persona que tuvo la persistencia suficiente para encontrar los recursos internos y externos necesarios hasta lograr ver su objetivo convertido en creación, y eso no ocurre únicamente en el ámbito empresarial. Por lo tanto, aunque estemos en tiempos de alta incertidumbre, sabemos que es posible realizar, ya lo han demostrado sobrevivientes de conflictos armados y accidentes o personas con alguna discapacidad, por citar un par de áreas. Y para realizar se requiere acción, mucha acción, y también planificación para hacer las cosas de una forma más coordinada y eficiente.

Acá es donde se juntan el mundo de los negocios con la espiritualidad, pues eso real, simplemente fue la integración de diferentes recursos (algunos pueden llamarlo energía, intención o voluntad divina) que ya existían y se transformaron de una manera tal que configuran algo concreto en el mundo físico. Acá se unen el misticismo y el pragmatismo para dar origen a una materialización o innovación.

Ahora bien, dejando la disertación sobre metafísica y física cuántica de lado, el punto es cómo vamos a planificar en medio de la incertidumbre. Y el asunto se resume a tener una visión de futuro deseado (objetivos estratégicos muy claros), saber desde dónde partimos y con qué recursos contamos (análisis situacional), cómo obtener los que requeriremos (planificación estratégica y presupuestos), y cómo alinearlos de la mejor manera (planes operativos), siempre contando con una fuerza motriz que nos mantenga en el camino (propósito) para poder tomar las acciones necesarias hasta llegar a nuestra meta (capacidad de ejecución). Y como la incertidumbre es alta, simplemente debemos acortar los horizontes de planificación y realizar todo ese ciclo varias veces para ir haciendo los ajustes requeridos para observar si estamos avanzando en la dirección deseada, sabiendo que ni la vida ni los negocios son lineales y que para llegar a la luna, debemos apuntar a las estrellas.

¿Listos para comenzar su proceso de planificación? Recordemos que cualquier plan es inútil en sí mismo, pero el sólo hecho de ejercitar el músculo del pensamiento estratégico (visualizar la meta claramente y el camino hasta ella), nos hará avanzar en los pasos que se requieren para realizar lo que nos propusimos y estar más cerca de nuestras ambiciones. ¿Es perfecto? Sin duda, no. ¿Será mejor esperar a que vengan tiempos mejores? Pensemos a dónde llegaríamos si optamos por la parálisis y la inacción.

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